Dichosa vulnerabilidad
Amanece en la biblioteca del sabio,
Las nubes de tormenta se desplazan
pesadas
uniendo vidas, uniendo destinos,
amenazadores contornos negros
que se ciernen sobre los hombres
graves
demasiado ciegos de sí mismos
para verlas,
para amarlas,
para rozarlas,
que las ultrajan,
que las envenenan,
por dominar,
tan solo un instante
un trozo de tierra.
Un pequeño avión,
(¿o quizá un misil?)
la muerte metálica
sube, sube, sube,
hasta ocultarse, invisible,
como el aire mortal que encierra,
como una hoja otoñal
muriendo en el río
sin testigos,
olvidada.
Pero el insignificante sabio
se pregunta
si podría cabalgarlas
si podría sucar los cielos
si podría acariciarlas,
si podría fundirse con ellas,
y dejar atrás la cárcel
de sangre, huesos y piel.
En los cielos todo es eterno
en los cielos no hay dolor,
en los cielos no hay crueldad,
en los cielos está el conocimiento.
Pero como Ícaro,
el sabio cae al barro,
por los rayos de sufrimiento
del igual fulminado.
-"¡No ves lo que tienes bajo tus pies,
y pretendes ver lo que tienes sobre tu cabeza!"
- le gritan las gentes
de relucientes rostros,
iluminados por torbeillnos
que habitan en pantallas vidriosas.- "Crees que sabes,
porque es mucho lo que oyes, lees y tienes;
pero no comprendes nada.
En los cielos he visto el rizoma de la vida.
En los cielos he visto pasados de barro y sal.
En los cielos he visto mundos de ceniza y fuego.
En los cielos he visto la fútil necedad humana.
En los cielos he visto un futuro de color dorado.
Tú miras sin cesar,
pero ni el suelo ni la tierra
sabes observar,
solo su reflejo en un cristal
que contigo a todos lados va.
¿Recuerdas acaso los sonidos del alba?
¿Recuerdas acaso el olor de la hierba recién cortada?
¿Recuerdas acaso el morado de los campos de lavandas?
¿Recuerdas acaso el estremecimiento del alma
al acariciar a aquel al que amas?
¿Recuerdas acaso el sabor de las lágrimas?
¿Recuerdas acaso la confesión íntima
de la muerte y la vida
bajo un cielo lleno de estrellas?
No se puede amar
aquello de lo que no se sabe nada.
El mundo allá fuera está,
en los cielos de luces y oscuridad,
y en la tierra de barro y suciedad.
Y si a escuchar sus murmullos no te paras,
si la única belleza que puedes apreciar,
es la de tu reflejo apenas,
el mundo desconocido siempre te será.
Y en este cielo que nos une
que nos ampara y alimenta,
hijo de la vida extinta,
en cuya brisa
las huellas de nuestros antepasados se divisan,
solo otro medio para tus fines verás,
y la tragedia de la muerte metálica
y el veneno transparente
desconocidos siempre te serán.
No se puede amar lo que no se conoce,
y no se puede conocer sin antención.
¡Dichoso el que de dolor se encoge y estremece!
¡Dichoso del que llora al sentir amor!
Prefiero en este hoyo de tierra perecer,
en la belleza del tiempo perder la noción
en ríos de barro hundirme hasta desaparecer,
que vivir esclavo en esa abyecta prisión
que es la apatía del que, aun de día, duerme,
y creyendo ser imbencible y fuerte,
sin un solo día vivir, murió".
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