Sueños de primavera

 Recuerdo los pájaros cantores,

y el olor de hierba y rocío;

despertarme de mis divagaciones

cada mañana cuando era un crío.

 

Recuerdo de luciérnagas los enjambres

de la mimosa amarilla,

y los mares de color verde

meciéndose bajo una suave brisa;

y el despertar de los rosales

sin ninguna prisa,

como mimadas princesas reales,

que se saben admiradas y codiciadas

por mi olfato, y por varios escarabajos salvajes.


Pero, ah, mis lilas, mis lilas queridas,

con sus morados perfumes, 

que, como misteriosa brujería,

me hechizaban con ensoñaciones.

Y el sonido de abejorros, abejas y avispas

todas bailando a vuestros alrededores,

qué por vosotras yo no daría.

 Ante vosotras yacía desde el mediodía

hasta el morir de las tardes,

cuando se retiraban los gorriones

y los lejanos astros aparecían,

con el rojo de esa sangre

que en primavera bullía.

Comenzaba entonces tiempo de sesudas meditaciones;

ay, ¡cuántas preguntas yo me hacía!

"¿Estaremos solos, o habrá otras civilizaciones?".

"¿No es extraña la muerte? Pero más extraña aún es la vida".

Bajo un techo de oscuridad y constelaciones,

de sus luces y sueños arropada yo me dormía.


Recuerdo el Sol en el río Tajo,

reflejándose como una colmena

de luz, agua y arena;

y las nubes de jabonoso algodón

cuando en su curso encontraba barrera;

a sus orillas entre serpenteantes versos me perdía

de mi coterráneo Garcilaso de la Vega.


Recuerdo las oscuras Golondrinas, 

que, al contrario que en el poema de Bécquer,

cada primavera volvían,

siempre con su nido de barro y ramas,

las mismas, ¡siempre las mismas!

Y en el alto cielo azul

bailaban elaboradas coreografías.

Poemas de amor se recitaban

acurrucadas en los cables de telefonía,

y surcaban los mares de asfalto

como solo los más veloces peces harían.


Recuerdo de mayo, el día primero,

cruzar en barca el río entero,

sintiéndome pirata en su velero,

aun siendo corto el trayecto,

¡es tan sencillo y dulce el ensueño

de todo niño pequeño!

Escalar hasta la ermita de anís y romero,

buscar escondidos espárragos con esmero,

y, con los bolsillos medio llenos,

volver a casa sonriendo,

puerilmente creyendo

que has conquistado el mundo entero.


Recuerdo las paraguayas, ciruelas,

albaricoques, cerezas y melocotones, 

y las fresas con nata, o nata con fresas

(tema de controvertidas opiniones).

Recogerlas yo misma del suelo,

aunque las mías siempre eran pequeñas como piñones.

Ante tal mal tenías de la abuela el consuelo

de pan con mantequilla, y de azúcar terrones;

y cuando te guiñaba el ojo travieso,

sabías que algún dulce más en generosas porciones.

 

Así pasaba de la primavera mis tardes

en aquella ciudad de cuento,

olvido y antiguas civilizaciones,

así yo las recuerdo;

leyendo tumbada entre flores,

soñando mundos de paz y ecuaciones,

embriagador licor de melocotones,

perfume de lila, y abejorros zumbones.


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