Ayer no existió la muerte

 Ayer fue un día tan bello

que aún con mis desnudos dedos

asirlo deseo

en un vano intento

de convertir un efímero momento

en algo sagrado y eterno.


Ayer no existió la muerte,

aunque me rodeaba de forma constante,

como un gemido murmurante:

"humano, disfruta el presente,

pues a cada instante

desconocida es tu suerte,

mas tu destino es determinante;

que cuanto más presto es tu ritmo andante,

más se aproxima mi abrazo acechante".

Me torné ante su hueco semblante

y, dejando en ella gesto desconcertante,

le respondí sonriente:

"y por eso soy tan feliz, precisamente".

Comentarios